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Foto del escritorGaleria Botanica

BOSQUE ``un festival de papel´´

Texto de Sala:

Somos hormigas y gigantes a mereced de un bosque creado por tijeras, dobleces, pliegues, tintas, pinceles y cortaplumas.

Los pájaros creados en algún sueño por Guardabosques, revolotean o se posan expectantes y desconfiados, mientras nos observan refugiados en su plumaje autóctono de papeles coloridos. Empezamos a sospechar de nuestra propia racionalidad, asegurando que los vimos volar, pero en ese mismo instante, nos vemos atrapados en los pequeños mundos de papel plegado que nos invitan a dormir con osos, o a descansar al sol sobre los dobleces innumerables de las especies botánicas que esconde el bosque.

El paisaje nos embruja.

Un viento inesperado trae una inmensa hojarasca blanca, rosa, negra, calada y delicada. Llegan volando arremolinadas junto a algunos animales e insectos amigables que se dejan acariciar amablemente. Cuenta Paz Tamburrini que tienen piel de papel de algodón y que no son producto de nuestra imaginación; habitan allí desde que somos niños y nos custodian desde entonces, recordándonos que debemos tratarnos con la misma suavidad y delicadeza, cuando atravesamos nuestras propias tormentas.

No hay dudas que estamos bajo los efectos de un conjuro.

Nos encojemos como insectos para introducirnos en el mundo subterráneo de un grupo de hormigueros que descienden en infinitas capas de papel, superpuestas, interconectadas e intercaladas. Luciana Minerva reivindica la importancia del sustrato: la necesidad de bases firmes para un crecimiento sólido y seguro, de una comunicación clara como la que mantienen los árboles a través de sus raíces, mediante una alquimia química imperceptible que permite no sólo la supervivencia de las especies forestales, sino también, la conservación de todo el ecosistema.

El bosque nos interpela. Ya no estamos muy seguros si nos referimos a los árboles, o a nosotros mismos.

Repentinamente nos volvemos gigantes y somos espectadores de nuestros propios territorios. Pablo Mattioli nos envuelve en paraísos selváticos, frondosos, floridos, tormentosos y encantados. Atravesamos nuestra propia y minúscula naturaleza humana, rodeados de colores y perfumes, o cargados de incertidumbre y desasosiego, que parecen no ser tales, gracias a la liviandad del papel y a nuestra escala gigantesca. Finalmente, abrazamos ese deseo de volvernos incorpóreos en la obra de Guby Caregnato, quién nos invita a dejar fluir los monstruos que habitan en nuestras más oscuras inseguridades, para volvernos etéreos y emerger de nuestras propias profundidades.

Atravesar el bosque, para apreciar la calma que sobreviene a la tormenta.

Renacemos con la lluvia azul, como renacen las miniaturas fotográficas que crecen en la obra de Virginia Ucar. Los brotes resilientes toman fuerza en los cálidos papeles fine art, mientras un libro, concebido a partir de un haiku, o poema japonés, nos recuerda la importancia de extraviarnos, para recuperar el camino.

Cambiar el rumbo, para cambiar la perspectiva.

Es entonces cuando el bosque nos revela toda su sabiduría. Nos recuerda que no hay prisa, y que el aprendizaje está en la pausa. Nos detenemos a mirar el cielo entre las copas de los árboles y descubrimos la asombrosa analogía de la obra de Johanna Wilhem y el fenómeno biológico de “la timidez de los árboles”: comportamiento botánico que explica el límite de crecimiento del follaje, generando una armonía en el dosel forestal que hace que las especies coexistan sin tocarse, para garantizar el paso de la luz y la supervivencia del conjunto.

Otra vez el bosque nos interpela en nuestra propia contemporaneidad y en la urgencia de imaginar un sistema basado en las sinergias, y no en la supervivencia del más fuerte.

Si aún tenemos dudas respecto de la sabiduría milenaria del bosque, sólo basta con detenerse en las Araucarias sagradas, nacidas del cortaplumas de Mayi Solís, e inspiradas en numerosas generaciones de mujeres patagónicas, fuertes y generosas, que brindan cobijo, refugio y alimento, desde hace millones de años.

Atravesar el bosque es dejar que el bosque nos atraviese: es dejarnos acompañar por bandadas de pájaros creados por la hechicería del papel plegado y dejarnos custodiar por guardianes de tormentas con piel de papel de algodón. Es volvernos más sólidos y etéreos, más resilientes y sabios.

Cuenta la historia que nadie vuelve a ser el mismo después de atravesar el bosque. Tal vez debamos el conjuro a Igancio Rivas, quien mágicamente entrega a cada objeto intervenido: bosque, alma y poesía.


Es urgente volver al bosque.

Volver al bosque para extraviarnos en el tiempo y no tener escala.

Volver al bosque sabio y milenario, para volver a la infancia…o no tanto.


Virginia Ucar




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