Poco podemos avizorar y las respuestas son insuficientes. Las preguntas brotan y el camino resulta una ruta minada de perplejidad.
Estamos ante la sexta extinción masiva, innumerables especies corren riesgo de desaparecer, y nostrxs con ellas.
La destrucción y fragmentación de los ecosistemas son la principal causa de la pérdida de la biodiversidad. Hemos transformado selvas, bosques, matorrales, pastizales, humedales, lagunas y ríos en campos agrícolas, ganaderos, granjas, represas, rutas y zonas urbanas, entre tantas otras. Destruimos los hábitats de miles de especies. Muchas veces la transformación no es completa pero existe un deterioro en la composición, estructura y función de los ecosistemas, alterando los servicios ambientales que obtenemos de la Naturaleza.
La Argentina es un territorio complejo, con diversas y múltiples ecorregiones, yendo desde la zona subtropical hasta la Antártida y desde las montañas más altas de América hasta el abismo profundo del mar. Esta diversidad ecosistémica hace que el país, según la Estrategia Nacional de Biodiversidad, albergue más de 100.000 especies de artrópodos, 10.000 de plantas vasculares, 1.002 de aves, 978 de peces, 406 de reptiles, 385 de mamíferos y 178 de anfibios. De estas especies, UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) estima que alrededor del 25% se encuentra bajo amenaza de extinción.
Los modos de producción de alimentos y vestimenta, como conseguimos los minerales y combustibles que consumimos, que entendemos como Naturaleza y cuál es la visión de ella como ente inagotable y proveedor de servicios, es la clave para entender qué lugar ocupamos y como operamos en contra de la biodiversidad y de nostrxs mismxs como especie.
Hemos introducido, de manera accidental o deliberada, especies no nativas (exóticas) que se convierten en invasoras. Estas especies, que provienen de sitios lejanos, depredan, compiten y desplazan a las especies nativas, transmiten enfermedades, modifican la fisonomía natural de los ecosistemas, causando problemas ambientales, económicos y sociales.
Sobreexplotamos a la Naturaleza, extrayendo a una tasa mayor a la de su capacidad de renovación. Esta ha sido la historia de muchas de las especies: ballenas, peces, aves, cactus, orquídeas, entre tantas. Muchas de ellas ahora se encuentran en peligro de extinción.
La cacería, tala, pesca y tráfico ilegal, afectan a las especies al diezmar sus poblaciones y son empujadas a desaparecer. Los compradores de plantas, animales silvestres y subproductos ilegales son cómplices de estos procesos.
Las sustancias químicas en el ambiente como resultado de nuestras acciones tienen graves consecuencias. Las actividades industriales, agrícolas, ganaderas, mineras y urbanas contribuyen substancialmente a la contaminación de aire, agua y suelos.
Algunos contaminantes han debilitado la capa de ozono que protege la vida de las radiaciones ultravioletas del Sol, mientras que otros han provocado el calentamiento global.
Empresas trasnacionales como Monsanto /Bayer imponen el uso de agrotòxicos para la producción de alimentos, destruyendo la soberanía alimentaria de los países, al pactar con sus gobiernos, modificaciones en la ley de semilla (Ley de Semillas Nº 20247). Nos enferman con aquello que debería alimentarnos.
Han envenenado lo que comemos. El glifosato esta en lo que bebemos, respiramos y en lo que vestimos. Como la bruja del cuento, envenenó las manzanas, el maíz, los limones, las pa
pas y cada hierba. Ha apagado el canto de los pájaros, como ha denunciado la bióloga Rachel Carson desde 1962, y está sucumbiendo a las especies polinizadoras encargadas de asegurar la reproducción de los vegetales. La imposición por presiones del mercado de continuar con la necro política económica del monocultivo de soja, no solo trae nefasta consecuencia sobre los recursos naturales regionales, sino en nuestro futuro.
Las especies transgénicas se nos presentan como panacea. Un opaco espejo, en el c
ual la Naturaleza es sintéticamente replicada a escala de intereses comerciales, con resultantes impredecibles.
Durante los últimos 100 años se ha documentado el aumento de la temperatura promedio de la atmósfera y de los océanos del planeta debido al incremento en la concentración de gases de efecto invernadero, por quema de combustibles fósiles y por la deforestación.
Las consecuencias son cambios radicales en la distribución de los ecosistemas y especies, aumento en el nivel del mar, desaparición de glaciares y de grandes extensiones de corales, climas impredecibles y extremos como sequías y tormentas. El cambio climático afecta a todos los organismos del planeta, muchos de ellos ya están respondiendo a esta nueva dinámica a través de cambios en su distribución y sus migraciones, o directamente a su extinción.
Esperaremos que la Naturaleza se levante en armas? Como en La Guerra de los Yacaré de Horacio Quiroga, o que el ancestral grito de alerta eleve lanzas, como los pueblos originarios a quienes diezmaron en nombre del progreso y la civilización?
El denodado trabajo por registrar cada pluma y nervadura, cada color y pétalo, cada brillo en una piedra y laminilla en un hongo, o la expresión en los ojos de un ave nos invita a reflexionar sobre la urgencia.
El desafío es enorme y la necesidad de frenar el avance de toda destrucción es ahora. Las acciones individuales son importantes, pero no alcanzan. Debemos exigir a quienes son responsables en la toma de decisiones públicas y privadas, que estén a la altura de la situación, y trabajen en un presente que nos permita pensar en un futuro posible.
Por el momento, tan solo habitamos en lo incierto.
Juan Bruto
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